Si la vida te da limones, haz culebrones by Lara Smirnov

Si la vida te da limones, haz culebrones by Lara Smirnov

autor:Lara Smirnov [Smirnov, Lara]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Romántico, Erótico, Humor
editor: ePubLibre
publicado: 2018-09-25T04:00:00+00:00


23

Dancing days

—¡Una Coca-Cola! —Nancy se acercó al camarero del local para hacerse oír por encima de la música.

—Vaya, vaya. ¿Quién está aquí? —Cayetano se colocó a su lado—. Si es la enfermera sexy. ¿No bebes alcohol? ¿Estás de servicio? —preguntó con una media sonrisa burlona.

Nancy lo miró sorprendida. El sobrino del señor Augusto tenía mal aspecto. Iba vestido con traje, pero se había quitado la corbata, que le asomaba por el bolsillo de la americana, y tenía el pelo alborotado, como si se lo hubiera despeinado con los dedos más de una vez.

—No me alcanza para alcohol, señor; aún no cobré este mes.

—Tete, dos Coca-Colas. Pero échales un buen chorro de whisky, del bueno.

El camarero, que conocía bien al pequeño de los Daurella Altasierra, no los hizo esperar.

—Gracias. —Nancy dio un trago largo y luego cerró los ojos y echó la cabeza hacia atrás—. ¡Ah, sí! ¡Qué falta me hacía!

Tano la miró divertido.

—¿Mal día, preciosa? ¿Cómo te llamabas?

—Nancy, señor.

—Hoy no hace falta que me llames «señor». —Le apoyó la mano en la cintura—. Somos un hombre y una mujer que han tenido un mal día y quieren relajarse un rato. Mi tío me ha tocado las narices esta mañana, y estoy seguro de que a ti te toca todo lo que puede todos los días.

Nancy guardó silencio. Estaba harta de su jefe, pero no quería perder el trabajo.

—Ven, tengo una mesa reservada en el piso de arriba.

Ella se resistió.

—¡Vamos a bailar antes!

—Oh, vas a bailar, no lo dudes…, pero sobre mi regazo.

Nancy trató de protestar, pero Cayetano, que llevaba un par de horas en el local y se había metido de todo, no la escuchó. Tiró de ella, haciendo que se tambaleara sobre los tacones, subieron a la primera planta y se sentaron en una de las rinconeras de falso terciopelo.

—¡Ven aquí, Barbie!

—¡Es Nancy, señorito Cayetano!

—¡Qué más dará una muñeca que otra! —La colocó de pie entre sus piernas abiertas para bajarle las bragas—. ¿Lo ves? —Le metió la mano entre los muslos y la penetró bruscamente con dos dedos—. Tienes chocho de muñeca, bien depilado, como a mí me gustan.

Nancy gimió. No era así cómo había pensado empezar la noche, pero estaba tan harta de las exigencias del señor Augusto y tan aburrida de su trabajo que cualquier cosa que rompiera la rutina era bienvenida.

—Toma, nena. Pónmelo. —Cayetano se había sacado un preservativo del bolsillo.

Mientras ella lo abría, él se desabrochó los pantalones.

Un ramalazo de rebeldía recorrió a Nancy. El sobrino de su jefe era igual que el asqueroso de su tío. Más joven y más guapo, pero igual de podrido por dentro.

«Hoy me vas a coger, pendejo, pero algún día te cogeré yo a ti. A Nancy Yarisley se la respeta, maje».

Rompió el envoltorio del condón con los dientes y lo perforó antes de ponérselo.

—Otro día haría que me lo pusieras con la boca, pero hoy no estoy para milongas. Te voy a dar lo que la momia de mi tío no puede darte.

Cayetano tiró de ella y la empaló sin miramientos.



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